Ecuador es un país que esta ubicado en el denominado cinturón de Fuego del Pacífico; o sea, en la zona de mayor riesgo sísmico en el mundo, ya históricamente ha sufrido grandes tragedias, como en el reciente pasado, el terremoto de Ambato (1949)) y se presagian graves problemas con las posibles y probables tragedias de crónicas de muertes anunciadas, como la eventual erupción del Cotopaxi, que contrariamente a lo que sucedió en su última erupción, las rocas, la lava y el lodo que significó el deshielo se encontró con escasa población en las grandes haciendas del valle de los Chillos, Tumbaco o en su periferia de Latacunga o Machachi, sin embargo, si se reedita la tragedia ahora, sería colosal, porque ha crecido exponencialmente la población en los valles que ya son parte de la estructura urbana de la capital de la República Quito, además que la dotación de agua, que es líquido vital, se vería comprometida; peor aún sería la erupción del Pichincha a cuyas faldas se encuentra Quito, el distrito Metropolitano, y el volcán con prudencia y sabiduría ya nos dio, recientemente, síntomas de que esta vivo y activo, por lo que se requiere de gran inteligencia para precautelar a más de un millón de personas de una posible erupción anunciada. No es descartable una gran erupción del Tungurahua, que comprometería la vida de uno de los puntos más emblemáticos del turismo nacional e internacional Baños; y, también están pendientes otras erupciones en la cadena de volcanes que tiene el Ecuador, rodeados de poblaciones aunque sean dispersas y, también, hay varias fallas sísmicas que pueden destruir o afectar a grandes ciudades como Guayaquil o Manta.
Por otra parte, el fenómeno del Niño ya ha originado grandes inundaciones, generando angustia y quiebra económica, como sucedió en dos ocasiones al término del siglo XX, además de las afectaciones por el régimen de lluvias del sistema vial donde son comunes los grandes derrumbes.
Estas condiciones, entre otras, exigen de políticas públicas y de conciencia y acción ciudadana, como para prevenir los desastres naturales y sobre todo para tener la inteligencia para disminuir al mínimo posible contingencias, muertes y calamidades que estos desastres generan; y, la diferencia esta, en estar preparados, como se puede observar desde la perspectiva histórica en el caso del Japón, que ha tenido sismos, terremotos de gran intensidad con un costo mínimo en vidas humanas por los buenos sistemas de construcción y por la acción inteligente de su ciudadanía, que esta preparada para hacer frente a estos riesgos.
En el caso del Ecuador casi nunca se observan acciones desde el poder central y del gobierno local, para hacer sensata movilizaciones desde las escuelas, colegios, universidades, hospitales, que están en las laderas del Pichincha en el caso de una gran erupción de ese volcán y si no hay preparación y prevención ahí se encuentra la diferencia entre la vida y la muerte.
Cabe recordar las piedras, cuyos vestigios no han desaparecido (Rumipamba), con lo que sucedería con las piedras frente a las edificaciones del Quito moderno y que pasaría si hay una gran erupción de ceniza, como la del Reventador si ese día llueve en Quito, qué pasaría con esa gran avenida la Mariana de Jesús donde están ubicados algunos de los más importantes hospitales de Quito, cuándo se ven simulaciones para llevar a los pacientes por ejemplo, al hospital Eugenio Espejo, en los minutos o en las horas que se disponga para hacer frente a esa gran contingencia.
Es cierto que aun los Estados Unidos no esta plenamente preparado, como se vio recientemente en New Orleáns, una de las ciudades más hermosas del mundo, donde sobre todo fue castigada la población más desheredada, la población negra, mayor hubiese sido la tragedia si en ese país existiesen las condiciones de pobreza y de falta de instituciones que es inherente al atraso y subdesarrollo del Ecuador, pero, aun con las graves limitaciones que engendran la pobreza, lo que se puede hacer, para adiestrar a la población para hacer frente a las contingencias y riesgos de los desastres naturales, es enorme; y, por desventura, es una asignatura pendiente en el caso del Ecuador.
¿Qué se puede sugerir para crear una conciencia nacional para enfrentar los desastres naturales? En primer término, que se incorpore al sistema de educación integralmente que los desastres naturales son parte de la vida social de todos los estados nación y, lo que es más importante, la movilización, participación, sobre todo, la organización para enfrentarlos, en Quito, por ejemplo, sería conveniente movilizar a los niños y a los ancianos, cada semestre por lo menos una vez frente a una eventual erupción del Pichincha y en los valles del Cotopaxi.
No menos importante es extremas exigencias y evaluación permanente de todas las estructuras de las edificaciones, incluyendo las de barro, porque en la forma de hacer los adobes esta muchas veces la diferencia entre la vida y la muerte, más aun en las grandes edificaciones, en donde desaprensivos constructores ahorran, en lo que jamás se debe ahorrar, en materiales antisísmicos.
Un capítulo especial, de consideración en los desastres naturales, es él sistema de riego y represas, que si no son inteligentemente construidas y manejadas, pueden contribuir a que las grandes inundaciones, tan frecuentes en el país, no puedan ser como ya lo han sido devastadoras y, la frecuencia y recurrencia de los fenómenos del Niño, por el calentamiento de la Tierra, van a ser más frecuentes. La destrucción de la producción, en las zonas bajas de la Costa, es una prueba de la irresponsabilidad en materia de precautelar a nuestro pueblo de las grandes inundaciones y hay un déficit en el control del agua que es la bendición de bendiciones, pero que pueden ser también el presagio de crónicas de muertes anunciadas.
Aunque se ha avanzado mucho en el caso de Quito, en la protección de las laderas, con la cobertura vegetal, se debe penalizar en forma ejemplar a quienes irresponsablemente generan incendios forestales, pirómanos potenciales; y, se debe, agigantar la cultura de sembrar y preservar el bosque y, tipificar en el código penal, como crimen social, la deforestación. Hay que recordar que el bosque es un recurso renovable si su explotación, se la hace con inteligencia.
Hay que crear un fondo para precautelar de los desastres naturales, tan frecuentes en el Ecuador y en el mundo en general, con por lo menos el 1% de los excedentes petroleros, sería la inversión más sensata y perdurable, ya que nada es más importante que preservar la vida, que es el derecho humano fundamental; además, hay que bordar acuerdos con la UNDRO para tener sistemas permanentes de prevención, en el ámbito del Sistema de las Naciones Unidas.
La Defensa Civil. No existe motivación mayor ni conciencia que supere a la actitud de la ciudadanía, en comunión con el gobierno nacional y recientemente con los gobiernos locales y provinciales, que paulatinamente van adquiriendo ángel, en los sistemas en red, de autonomía, descentralización en la unidad nacional, como aquel que se ejercita para hacer frente a los desastres naturales.
La defensa civil es el mejor instrumento para hacer frente a los riesgos que generan los desastres naturales y, en ese aspecto, hay un enorme déficit en la acción ciudadana, en el caso del Ecuador, como se observa en los fenómenos de actualidad, primero frente a la sequía y ahora frente a las inundaciones.
Crear una conciencia nacional, local y provincial, para responder con prontitud frente a las grandes calamidades que generan la naturaleza, es una de las formas más inteligentes para hacer frente a los desastres naturales; y, en el Ecuador, esta es, en gran medida, una asignatura pendiente, por lo que hay que, con urgencia, que superar este vació, en una acción comunitaria, que pueda disminuir las tragedias anunciadas de los posibles y probables grandes desastres naturales. En este aspecto, cabe afirmar, que la actitud psicológica de la colectividad y de cada individuo, no solo que es fundamental, sino que se tiene que educar y preparar para que todos los hombres y mujeres de este pequeño planeta azul la Tierra esten debidamente preparados para entender que los desastres naturales son parte inherente al desenvolvimiento del universo y de la vida; y, que estas tragedias, tenemos que aprender a enfrentarlas, con tranquilidad y sabiduria.
No existe peor respuesta que el pánico, que paraliza, lo prudente es la acción de movilización, participación y organización social en el contexto de una cada día mas dinámica conciencia para enfrentar los desastres naturales, que con el calentamiento de la Tierra, la destrucción de la capa de ozono y la posibilidad del suicidio colectivo, que se puso en perspectiva en Johanesburgo, frente a las dificultades de mantener los ecosistemas y la creciente contaminación y desforestación, obligan a la sensatez para que la colectividad mundial y nuestro país, en comunión de acto, no realicen acciones que puedan quebrar el puente intergeneracional, para salvar la vida, que es lo que más importa, en ese aspecto, el uso inteligente del agua, del suelo y el aire, hace la diferencia.
La defensa de los ecosistemas, la inteligencia creciente para expandir la conciencia entre todos los seres humanos del desarrollo sostenible, el puente intergeneracional, para salvar la vida, determina una area de convergencia, de las pocas que hay en el mundo actual, para potenciar la solidaridad, la cooperación internacional y la responsabilidad, de que quien contamina debe pagar, en la lógica del mercado, que prevalece en la globalización. Es una de las formas más inteligentes de integración, del sistema mundo y de los estados nación. Así como la ideología sirvió para desarrollar la inteligencia en la época moderna hasta casi el término del siglo XX (1989), la avenida verde es uno de los pocos espacios para la solidaridad humana, para la sensatez, es el camino de mayor fertilidad salvar la vida, en el mundo posmoderno, para cuyo salvamento la cobertura vegetal es básica, ya que en gran medida, es la forma más inteligente para preservar de los desastres naturales; y, es uno de los pocos puntos en el diálogo que todavía no tienen grandes y graves obstrucciones, a pesar de que la primera potencia no suscribe el acuerdo de Kioto, que es vital para evitar el calentamiento de la tierra y evitar la destrucción de la capa de ozono; así como es importante el compromiso para precautelar la biodiversidad.
En suma, la avenida de la econología y, particularmente, el desarrollo sostenible, es la mayor fuente de regeneración y creatividad humana. En los otros espacios, que no sea el de la expansión de las exportaciones, mas son las sombras que las luces y, las luces de la exportación tambien tienen que ver con la luz que emana de la biodiversidad y la defensa de la naturaleza, para minimizar los desastres naturales y para potenciar la vida en todas sus dimensiones, en donde el comercio debe darse en el contexto del desarrollo humano y sustentable, en la ética del desarrollo. Curiosamente ética y sostenibilidad son dos avenidas para no destruir e ir al suicidio colectivo en el mundo de hoy.
Re leer la historia nos ayuda a mantenernos preparados para minimizar los efectos de los desastres naturales. Este pero que no seamos victimas de nuestros propios errores, al no cuidar nuestra casa, este hermoso planeta necesita nuestras manos. Felicitaciones
ResponderEliminarajam
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ResponderEliminarfelicitaciones
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